sábado, 15 de marzo de 2008

El mono obeso

Hace varios meses me leí un libro muy interesante sobre la evolución humana y las enfermedades de la opulencia: diabetes, hipertensión, arteriosclerosis y cáncer, llamado "El mono obeso". Os recomiendo su lectura.

Tanto en las sociedades desarrolladas como en algunos países emergentes, éstas y otras enfermedades de la opulencia, como las cardiovasculares, afectan sobremanera a gran parte de la población mayor de cuarenta años, pero empiezan también a aparecer en nuestros hijos. En este libro, el profesor Campillo analiza el papel que juegan nuestros genes en el desarrollo de estas enfermedades y nos explica cómo muchas de estas dolencias proceden de la incompatibilidad entre el diseño evolutivo de nuestros organismos y el uso adecuado que hacemos de él.

El autor, José Enrique Campillo Álvarez es doctor en medicina por la Universidad de Granada y catedrático de Fisiología en la Universidad de Extremadura. Su labor investigadora se ha centrado en el estudio de diversos aspectos relacionados con la diabetes y la nutrición humana, y es autor de numerosas publicaciones científicas y libros relacionados con su especialidad. Es miembro de varias sociedades científicas y de la "European Association for the Study of Diabetes". En 1989 se le concedió el Premio Nacional de Investigación de la Sociedad Española de Diabetes.

A continuación, voy a copiar una entrevista que le hicieron en el periódico "La Vanguardia" relacionada con este libro:

-Cuándo empezó a haber gordos?

–En cuanto dejamos de correr tras la comida.

–¿Y cuándo sucedió eso?

–Con el dominio de la agricultura y la ganadería, hace sólo 8.000 años.

–¿No había gordos antes?

–No. Sólo si se eximía de desgaste físico a algún individuo, por alguna razón especial.

–¿Y qué me dice de esas esculturas de venus prehistóricas de orondas caderas?

–El embarazo y el parto implican muchísimo desgaste energético... y aquellas gentes vieron que propiciar esas reservas grasas en la mujer favorecía su fertilidad.

–¿En qué momento de la historia de la humanidad ha habido más gordos?

–Nunca hubo tantos gordos como ahora.

–¿Y por qué?

–Porque hoy más que nunca llevamos un modo de vida para el que nuestro organismo no fue diseñado.

–¿Para qué está diseñado mi organismo?

–Para caminar en busca de alimento, para correr detrás de la comida.

–Hoy voy al súper ¡y listo!

–Eso se llama opulencia. Y no estamos diseñados para eso, porque hemos sido moldeados por millones de años de hambruna, de pasar hambre. ¡Somos los hijos del hambre!

–No es cosa sólo de la posguerra, veo...

–¡No hay especie animal que haya pasado más hambre que el ser humano! Millones de años con escasez de comida seleccionaron nuestros genes: sobrevivían los individuos que más provecho energético extraían de la poca comida. ¡Y esos transmitían sus genes!

–¿Más provecho energético?

–La escasez de alimento seleccionó al llamado gen ahorrador: los individuos cuya genética les facultaba para almacenar mejor –en forma de grasa– la energía ingerida eran los que resistían mejor y sobrevivían.

–¿Y hemos heredado ese gen ahorrador?

–Sí: ese diseño genético nos fue útil... y nos resulta inconveniente en esta opulencia.

–Entonces, ¿la obesidad es genética?

–La obesidad es una enfermedad de la opulencia, como la diabetes II, la hipertensión y la arteriosclerosis: una desarmonía entre nuestro diseño evolutivo y la vida opulenta.

–¿Y qué hacemos? ¿Nos vamos de caza?

–No hace falta: basta con una hora de caminar cada día, con un tramo de trote.

–Trote cochinero.

–Ja, ja...¡El ser humano, al nacer, es la criatura más grasa de la naturaleza!

–¿Qué dice? No lo sabía.

–Nos siguen la ballena y el león marino.

–Pues a mí no me sobra mucha grasa...

–Porque debe de quemar más energía de la ingerida, entre otros posbiles motivos. Pero lo irrebatible es que nuestro diseño evolutivo, sumido en la opulencia actual, ¡convertirá a nuestra especie en un mono obeso!

–¿Y qué más podemos hacer?

–Comer de acuerdo con nuestro diseño evolutivo. Venimos de cinco millones de años de dieta de bosque tropical (Ardipithecus ramidus), de tres millones de años de escasez de vegetales (Australopithecus afarensis), de dos millones de años aprovechando carnes y pescados (Homo ergaster) y de sólo 8.000 añitos de ganadería y agricultura (Homo sapiens sapiens): ¡nuestra dieta debería ser coherente con este recorrido evolutivo!

–Concrete.

–Un 50% de nuestra alimentación debería ser como la del Ardipithecus; un 30%, como la del Australopithecus; un 18%, como la del Homo ergaster, ¡y sólo un 2% con las novedades aportadas por el Homo sapiens sapiens!

–A saber.

–Un 50% de frutas, verduras de hoja (lechuga, espinaca, col, acelga, escarola), verduras de yema y de fruto (tomate, pimiento, berenjena, calabaza, pepino), infloraciones (coliflor, brócoli), raíces (zanahoria, remolacha, rábano, nabo) o bulbos (ajo, cebolla, puerro).

–Luego, un 30 % en plan Australopithecus.

–Aislados en el este de África, con pocos árboles, con escasez de frutas y hoja, rebuscaban tubérculos (hoy: patata, batata, boniato), semillas verdes (guisante, haba, judía verde), frutos secos, insectos, huevos, peces, ...

–¿Aún no éramos carnívoros?

–Llega con el Homo ergaster: hubo cambios climáticos y se habituó al pescado y la carne (hoy, 18%) de animales muertos ("mejor pescado que carne").

–Hasta llegar la ganadería y la agricultura.

–Y ahí entran cereales (harinas), azúcares, leche (mejor bebámosla desnatada, pues aún no estamos adaptados a su digestión)... En vez de consumir sólo un 2% de todo eso, ¡basamos ahí nuestra alimentación!

–¿Y qué pasará si seguimos así?

–Habrá una epidemia de obesidad, diabetes II, hipertensión y arterioesclerosis. Son síndromes vinculados entre sí: uno lleva al otro. Hoy los agrupamos y hablamos de síndrome metabólico. Y nos morimos de eso.

–Oigo hablar de que crece la diabetes...

–Habrá 300 millones de diabéticos en el 2015. Y la diabetes lleva al infarto. Es por lo que le decía: metemos en nuestro organismo más azúcares que nunca en toda nuestra historia evolutiva. El páncreas secreta más insulina para hacer entrar esa glucosa en las células y que la quemen, pero las células se resisten: es la insulinorresistencia, un mecanismo que nos fue útil en el pasado, pues favorecía que esa glucosa se almacenase como grasa.

–Pero que ahora nos engorda y nos mata.

–Sí: al notar que queda glucosa en sangre, el páncreas sigue secretando insulina, y esa hiperinsulemia –exceso de insulina en sangre– favorece la acumulación de grasa en la barriga, la hipertensión y la arteriosclerosis.

Conclusión

La medicina evolucionista señala que el sedentarismo, el exceso de calorías en nuestra alimentación, el abuso de hidratos de carbono de absorción rápida (cereales refinados), de elevado índice glucémico (azúcar) y el exceso de grasas saturadas (carnes) son circunstancias que nos alejan de nuestro diseño, elaborado a lo largo de millones de años de evolución y en consecuencia derivan en enfermedad. Según la medicina darwiniana, nuestros genes y nuestras formas de vida ya no están en armonía y una de las consecuencias de esta discrepancia, entre otras más, es la obesidad. La prevención y el tratamiento, según los preceptos de la medicina darviniana, pasarían por adaptar nuestra alimentación y nuestro estilo de vida, dentro de lo posible, a las condiciones en la que prosperaron nuestros antecesores, a nuestro diseño. Esta sería la única manera de poner en paz nuestros genes paleolíticos con nuestras formas de vida de la era espacial y prevenir así el desarrollo de la obesidad.

Decálogo para ajustar nuestra forma de vida a nuestro diseño evolutivo

1º Mantener el peso que nos corresponda.

2º Realizar ejercicio físico de forma regular.

3º Consumir abundante fibra vegetal (frutas y verduras).

4º Evitar los alimentos con muchas calorias.

5º Reducir las grasas saturadas (carnes).

6º Reducir los azúcares rápidos.

7º Moderar la sal en los platos.

8º Evitar o moderar el consumo de alcohol.

9º No consumir tabaco.

10º Combatir el estrés